Entramos a Recife por su casa de la cultura que hoy es un artesanato y allí con toda la fuerza aparecieron personajes como Lampiâo y Maria Bonita, en todos los recordatorios de la ciudad, pudimos apreciar formas de bordado tradicional y por fin conseguir Forró de la región.
Luego nos dedicamos a recorrer el centro de la ciudad y terminamos metidos en pequeñas callejuelas llenas de puesto de mercado callejero, de gente y de objetos entre utilitarios y inútiles pero divertidos para el carnaval. Todo se encuentra allí desde comida hasta puestos para afilar tijeras y cuchillos de cocina.
Esta zona aunque pintoresca es un gran mercado, ruidoso, congestionado, sucio y en donde todas las manifestaciones se hacen presente. Allí tomamos jugo, caminamos entre puestos de comida y cerveza y apreciamos el ensayo de un grupo para el carnaval.
El área administrativa más cerca del río es más solitaria con edificios mejor conservados y en donde encuentras policía y una que otra paloma.
En ruta hacia la Ilha do Recife, al parecer el corazón del carnaval, pudimos apreciar con detalle la iconografìa del mismo, las calles y puentes están decorados con imágenes de formas femeninas integradas a formas animales, sensuales, bellas y alegres. En la Isla en todas partes se respira el carnaval. Las calles están en preparación de los diferentes escenarios, los que están listos están ocupados en ensayos, en diferentes puestos se venden camisetas del carnaval y encontramos una exhibición que explica la riqueza de esta propuesta: Este carnaval se define como multicultural y descentralizado, hay 17 polos de carnaval en donde se presenta en esencia la misma programación para que todas las personas de los diferentes sitios de la ciudad puedan disfrutar. En este carnaval se siente la participación de la población y las diversas manifestaciones de la cultura.
Este año el carnaval rinde homenaje a dos artistas: el Maestro Duda, músico responsable de Frevos famosos, música indispensable del carnaval y de los passistas en su danza con sombrillas pequeñas. Y la artista plástica Tereza Costa Regô muralista del brasil.
Nos quedamos en el centro hasta el anochecer disfrutando el movimiento de todos y por supuesto de la Livreria Cultura de la ciudad que en esta noche tenía un concierto gratuito de un músico local.
El siguiente día lo dedicamos a Olinda, una pequeña ciudad de 600.000 habitantes con un centro histórico claramente delimitado, muy protegido por la policía y con mucha energía en las noches.
La ciudad esta construido en la montaña por lo tanto caminar por allí implica subir y bajar constantemente. Como buena ciudad colonial se encuentra llena de iglesias y talleres de diversos artistas, que por asuntos de seguridad se encuentran en su mayoría con las puertas cerradas y un pequeño letrero que dice abierto o timbre, pero no que invita a avanzar. Incluso los restaurantes mantienen sus puertas cerrada o con varios guardias de seguridad en el acceso.
Allí el carnaval también esta vivo, es mucho más popular y frecuentemente encuentras pequeños grupos ensayando sus presentaciones, en donde es posible comprender la dinámica del aprendizaje intergeneracional.
Una expresión musical fuerte del lugar es el Afoxé, una propuesta musical basada en percusión, con raíces africanas. Tuvimos la suerte de encontrar un concierto al cuál asistimos puntuales. Después de esta allí por casi media hora, comprendimos que de permanecer tendríamos una pérdida auditiva severa, aunque el ritmo es delicioso, el volumen del sonido es absurdamente alto y como diría Alan es Irrespetuoso, inseguro y hasta ilegal. Entonces salimos del lugar y escuchamos el resto una cuadra más adelante en donde se oía perfectamente.
Nos quedó faltando más historia en Olinda, por el carnaval los museos y sitios de información cultural estaban cerrados, al parecer de día se duerme de noche a la calle.
Besos
Alan y Marce
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